En el primer día de la victoriosa Revolución de Octubre, en la
reunión del Soviet de diputados trabajadores y soldados de Petrogrado,
sonaron las proféticas palabras de Lenin:
“A partir de ahora comienza una nueva fase en la historia de
Rusia. La tercera revolución Rusa será la cumbre de la victoria
socialista“.
La Revolución de Octubre de 1917 en Rusia fue una revolución
socialista. El carácter socialista de la Revolución de Octubre se
demostró, sobre todo, en el hecho de que la clase obrera -la más
revolucionaria de todas las clases oprimidas existentes hasta ahora-
tomó el poder e inició la construcción de la sociedad socialista.
“Precisamente por eso -escribe el camarada Stalin-, el
triunfo de la Revolución de Octubre marca un cambio radical en la
historia de la humanidad, un cambio radical en los destinos históricos
del capitalismo mundial, un cambio radical en el movimiento de
liberación del proletariado mundial, un cambio radical en los métodos de
lucha y en las formas de organización, en el modo de vida y en las
tradiciones, en la cultura y en la ideología de las masas explotadas del
mundo entero“.
La Revolución de Octubre arrebató de las manos de los terratenientes y
capitalistas sus medios de producción, transformándolos en propiedad
socialista. El proletariado arrancó de las manos de la burguesía el
nervio básico de la vida económica -los bancos- y luego efectuó la
expropiación de las fábricas, centrales eléctricas y transportes que
fueron entregados al gobierno socialista.
La Revolución de Octubre liquidó el sistema estatal burgués y creó un
nuevo sistema: la democracia soviética. La Revolución de Octubre, bajo
la bandera del internacionalismo, la amistad de los pueblos, liberó a
los pueblos de Rusia de la opresión nacional-colonial y dio inicio a la
creación de un Estado multinacional soviético.
La Revolución de Octubre resolvió los problemas que la revolución burguesa de febrero no podía resolver ni tampoco remediar.
“Hace ciento cincuenta y doscientos cincuenta años atrás – escribió Lenin
– los líderes avanzados de las revoluciones (por no hablar de un sólo
tipo nacional común) se comprometieron con los pueblos a liberar a la
humanidad de los privilegios de la Edad Media, de la desigualdad de la
mujer, de las preferencias estatales por la religión (o, en general, de
la “idea de religión” o “religioso”), de la desigualdad de las
nacionalidades. Prometieron y no cumplieron. No pudieron cumplir porque
se lo impedía el “respeto”… la “sagrada propiedad privada” (tomo 27, p. 26).
“Eliminamos toda la suciedad monárquica como nadie lo había hecho, como nunca” -escribe Lenin en el mismo artículo-. “No
dejamos ninguna piedra sin mover, ladrillo por ladrillo en el secular
edificio de castas (los países más avanzados, como Inglaterra, Francia,
Alemania, no se liberaron hasta ahora de las supervivencias de la casta)
Precisamente las raíces más profundas de la casta: los residuos del
feudalismo y de la servidumbre en la agricultura, fueron arrancados por
nosotros de raíz“.
Lenin declaraba:
“Para asegurar a los pueblos de Rusia los logros de la revolución
democrático-burguesa, tuvimos que ir más allá y fuimos avanzado.
Resolvimos los problemas de la revolución democrático-burguesa como algo
secundario, como un producto secundario de nuestro principal y
verdadero trabajo socialista, proletario, revolucionario“.
La liquidación total de los terratenientes fue un golpe no sólo para
el régimen de servidumbre agrícola rusa, sino también para el
imperialismo ruso, porque las propiedades de los nobles estaban
hipotecadas y re-hipotecadas a los bancos, porque los propietarios
estaban estrechamente vinculados con el capital financiero. La salida de
la guerra imperialista fue un poderoso golpe al imperialismo, porque al
salir Rusia de la guerra, rompió las viejas conexiones imperialistas y
escapó de la dependencia esclavista de los poderosos Estados
imperialistas. Después de la revolución de febrero, el proceso de la
lucha revolucionaria de la clase obrera siguió sin interrupción. Esta,
cada vez más decidida, luchaba contra el Gobierno Provisional burgués,
contra el orden burgués, manifiestándose cada vez más unida, uniendo sus
fuerzas y las de todos los trabajadores para derrocar el poder
imperialista en el país.
Antes de la Revolución de Octubre, Rusia atravesaba una crisis
nacional. Uno de los más importantes síntomas de esta crisis fue el
levantamiento campesino.
“Ante la existencia del levantamiento campesino, los demás
síntomas políticos, aunque fuesen contradicciones que competirían para
la maduración de la crisis nacional general, carecerían de valor“. (tomo 21, p. 237).
También fue una demostración de una crisis general en el país la
desmembración cada vez mayor del imperio ruso y el movimiento de masas
contra la política exterior del Gobierno provisional. La única fuerza
capaz de resolver los problemas nacionales era el proletariado.
“El problema de las nacionalidades y el problema agrario, son
problemas radicales en la actualidad para las masas pequeñoburguesas de
la población rusa. Es indiscutible. Y de estos problemas no está
separados el proletariado. Este tienen detrás de sí a la mayoría del
pueblo. Él es el único capaz de llevar a cabo una política decidida,
real, “revolucionaria y democrática” sobre ambos problemas, lo que
garantizará al Estado proletario no sólo la ayuda de la mayoría de la
población, sino que también despertará una verdadera explosión de
entusiasmo revolucionario en las masas“.
La experiencia rusa ha demostrado que los intereses de la mayoría del
pueblo, de la mayoría de las naciones, en el momento histórico de
transición de la preparación y realización de la revolución socialista,
coincidían con los intereses del desarrollo socialista del país.
El problema agrario
Para la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX y principios del
siglo XX, la tarea de vital importancia era la abolición de la
servidumbre feudal en el campo y del atraso medieval en la economía y en
la política del país. En esto estaba interesada la inmensa mayoría del
pueblo, casi toda la nación, a excepción de un pequeño círculo de
terratenientes. Esta era, precisamente, la tarea necesaria para los
intereses de toda la nación. Y como la servidumbre y el medievalismo se
manifestaban especialmente en lo relacionado con la tierra, la solución
del problema agrario adquiría una importancia radical de primera
magnitud.
“La historia de los años 1905-1909 mostró el significado radical
de primera magnitud para el país, del problema agrario en la afirmación
de la revolución burguesa de un tipo definido en Rusia“. (Vol 14, p. 215).
Los terratenientes aburguesados que comprendían la necesidad de una
transformación de la antigua estructura sobre la base de la servidumbre
en la economía, pretendían representar los intereses nacionales, pero
preferían efectuar esta transformación a su manera: con cuidado, de
forma gradual y en detrimento, sobre todo, del campesinado, con un
proceso doloroso y lento de empobrecimiento y aniquilamiento de millones
de campesinos.
Así trataba Stolypin de resolver los problemas radicales del
desarrollo de Rusia. Esta era una política anti-popular, anti-nacional.
La tarea del desarrollo burgués en Rusia fue resuelto por Stolypin, no a
favor de los intereses de la inmensa mayoría de la nación (campesinos),
sino en favor de los intereses de los terratenientes.
A esta manera de resolver básicamente el desarrollo burgués en el
problema agrario de Rusia contra los intereses de la mayoría de la
nación, Lenin la llamaba el método prusiano del desarrollo del
capitalismo en la economía campesina. Así, estaba claro que los
terratenientes que habían adoptado el método prusiano del desarrollo
capitalista no podían representar los intereses del pueblo.
Hasta la Revolución de 1917, el problema agrario fue el problema
básico del desarrollo burgués de Rusia. Después de la revolución de
febrero, los principales problemas en el desarrollo de Rusia adquirieron
otro carácter, otro significado.
La guerra imperialista y la revolución de febrero profundizaron e
intensificaron todas las contradicciones en Rusia, atándolas en un sólo
ovillo. La historia presentó ante Rusia el siguiente dilema: o perecer o
avanzar a toda máquina. Avanzar quiere decir ir por el camino de la
revolución socialista, del desarrollo socialista. “Quedarse parado en la historia no es posible, y más aún durante la guerra”
– escribió Lenin en 1917. O avanzar o retroceder. Avanzar en la Rusia
del siglo XX, que conquistó la República y la democracia en la lucha
revolucionaria, es imposible sino es hacia el socialismo.
Los problemas básicos de la revolución burguesa podrían resolverse
simplemente con el derrocamiento de la burguesía. Rusia comenzó la
revolución socialista. La tarea principal para el futuro desarrollo de
Rusia era el problema del poder, de establecer la dictadura del
proletariado. Todas las demás cuestiones estaban subordinados a esta.
En septiembre de 1917, Lenin señalaba el radical cambio en la colocación del problema agrario:
“La nacionalización de la tierra en el problema agrario adquiere
inevitablemente otra determinación. Es decir: la nacionalización de la
tierra no es solamente “la última palabra” de la revolución burguesa,
sino también un paso hacia el socialismo“. (Tomo 21, p. 233).
La única fuerza capaz de resolver las tareas que se presentaban en el
país era la clase obrera, cuyo objetivo eran la transformación
socialista de la sociedad rusa. Las tareas nacionales de Rusia
coincidían con las tareas de la clase obrera.
La clase obrera rusa poseía todas las cualidades de líder de masas,
de dirigente del movimiento revolucionario y de guía en la lucha
revolucionaria contra los terratenientes y la burguesía: actividad
política, organización, disciplina, capacidad de raciocinio teórico y
político, profunda inteligencia, contacto estrecho con todas las clases y
grupos oprimidos de la sociedad rusa. Todo esto facilitaba a la clase
obrera rusa el cumplimiento de su papel como líder y dirigente de las
masas populares.
El proletariado ruso, que entró en la época del imperialismo más
organizado que la clase obrera de Inglaterra, Francia y Alemania, creó
bajo la dirección del Partido Bolchevique, organizaciones combatientes
de clase contra los terratenientes y burgueses, con una fuerza
amenazante, y guiaba y dirigía al campesinado a la lucha de liberación.
Egoísta, cobarde, conciliadora con el zarismo, traidora del pueblo,
sin fuertes organizaciones de clase y partidos, sin ninguna experiencia
en combinaciones parlamentarias y en luchas políticas, eso era la
burguesía rusa.
La clase obrera planteó la consigna de liquidar el zarismo y pasar de
inmediato a la lucha por la liquidación del régimen burgués y
establecer la dictadura del proletariado. El partido de la clase obrera
no ocultaba que el objetivo del proletariado ruso era el establecimiento
de su dictadura, con la cual podría vencer la resistencia y oposición
de los terratenientes y capitalistas derrocados y organizar la
construcción de la sociedad comunista.
En los intereses de todos los trabajadores de Rusia estaba la
victoria del proletariado. En el proletariado ruso existía la clara
convicción de que las clases y naciones oprimidas de Rusia podrían
obtener éxito solamente cuando marchasen por el camino que les guiaba al
proletariado. El Partido Bolchevique, en una cruel pelea con los
enemigos del socialismo, llevó a todos aquellos que estaban luchando
bajo el yugo zarista por el camino del proletariado.
El proletariado ruso y su partido asumieron el papel dirigente en el
movimiento popular revolucionario. Precisamente porque la clase obrera
aseguraba su organización de clase, precisamente porque salió con su
programa socialista de clase, fue capaz de defender su independencia y
conquistar el papel de líder y de fuerza dirigente en el movimiento
revolucionario y en la lucha contra los terratenientes y capitalistas.
En este sentido le ayudó mucho, no sólo su organización
independiente, sino también la capacidad de asimilación y claridad
teórica del proletariado ruso. Los geniales líderes Lenin y Stalin le
proporcionaron el arma poderosa del marxismo-leninismo. El partido
bolchevique rechazó los intentos de la burguesía de someter a la clase
obrera a su ideología y, al mismo tiempo, con su abnegado trabajo,
limpió el camino para la penetración de la influencia y dirección
proletaria en el entorno campesino y de los sectores más pobres de la
ciudad.
La clase obrera rusa, que se formó y creció, en primer lugar, dentro
de los marcos nacionales, cogió lo mejor, lo más avanzado de las
tradiciones de su pueblo, revisó los principios del nacionalismo y
enfrentó la ejecución de las tareas nacionales.
Y esta es la razón por la cual coinciden en Rusia las tareas
socialistas y nacionales. Sin embargo, sólo el movimiento socialista
proletario aseguraba la legítima, coherente y decidida ejecución de las
tareas nacionales.
El carácter liberador de la Revolución de Octubre en el plano económico
Desde la segunda mitad del siglo XIX se creaba para Rusia un peligro
verdaderamente real de esclavitud y pérdida de la independencia como
Estado. La Rusia zarista, cada vez más atrasada, quedaba rezagada del
desarrollo económico de los países más avanzados y, por lo tanto, caía
cada vez más bajo la dependencia esclavizadora de otros Estados. Cada
vez más aumentaba “el papel dependiente, tanto del zarismo como del capitalismo ruso en relación al capitalismo europeo“.
Con una cifra comparablemente alta de la producción en la industria
del carbón, Rusia no tenía industria de maquinaria pesada. La industria
textil -la única enteramente en las manos de los capitalistas rusos-
dependía también de las empresas extranjeras, ya que no poseía
fabricación propia de maquinaria necesaria.
En las empresas organizadas por el capital extranjero en Rusia, la
producción estaba organizada de tal manera que aumentaba la dependencia
técnica-económica del país. Por ejemplo, en las empresas de producción
electrotécnicas, en las que prevalecia el capital alemán, faltaban
series completas de producción: se importaba de Alemania una cantidad de
detalles. Los capitalistas extranjeros, con pleno conocimiento de
causa, frenaban e impedían la construcción de maquinaria. En la Rusia
zarista se importaba el 60% de la maquinaria para la industria y el 58%
para la agricultura. Para evitar las barreras de la aduana, el capital
extranjero emigró a Rusia. En Rusia encontraba mano de obra barata,
protección de la burocracia zarista y una burguesía desorganizada,
incapaz de hacer frente a la competencia extranjera.
En pocas palabras, el capital extranjero cubría las principales ramas
de la industria rusa: metalurgia, 72%; carbón de la cuenca del Don,
70%; petróleo, 60%; electrotécnica, 90%. En las minas de la cuenca del
Don, en los campos petrolíferos de Bakú, en la producción metalúrgica de
Ucrania mandaban los capitales extranjeros. Los altos funcionarios
zaristas ayudaban a los accionistas extranjeros a ganar posiciones de
mando en la economía rusa. Los más inteligentes de los representantes
zaristas no veían otra solución a la atrasada situación económica del
país, salvo la de la entrada de capital extranjero. Es muy
característica la famosa declaración del ministro zarista Witte: “Si
continuamos esperando a la creación de empresas productoras por la vía
de capitales nacionales, tendremos que esperar mucho tiempo para ver
algunos resultados positivos y en este tiempo Europa continuará
avanzando, dejándonos más atrás“. Witte suponía que el capital
extranjero serviría de alguna manera de escuela a los capitalistas
rusos. Es obvio que este camino sólo llevaba a la transformación de
Rusia de un país semicolonial a una colonia del imperialismo europeo
occidental.
En el período de la primera revolución rusa, los imperialistas
occidentales hicieron lo suficiente para consolidar la esclavitud
financiera de Rusia y garantizar el régimen antipopular zarista.
“En 1906, cuando la revolución estaba desarrollándose en Rusia, Occidente -como indicaba el camarada Stalin- ayudó
a la reacción zarista a levantarse concediéndole un préstamo de dos mil
millones de rublos. Y, efectivamente, el zarismo se mantuvo con el
precio de la esclavitud financiera de Rusia a Occidente“.
El camarada Stalin señaló, no por casualidad, la naturaleza
esclavizadora de estas transacciones financieras. Tales préstamos eran
extraordinarios. En sí mismo, un préstamo no quiere decir que el país se
entregue a la esclavitud. Inglaterra recibía préstamos de América, de
Francia, de Alemania, pero estas eran transacciones financieras entre
países iguales. La Rusia zarista aceptaba préstamos de países
extranjeros, les daba un derecho ilimitado para explotar sus riquezas,
el uso de fuentes de energía, la gestión de los bancos y de las empresas
productoras. De esta manera, la influencia del capital extranjero en
forma de préstamos esclavizaba a Rusia en el sentido económico, teniendo
en cuenta que la dependencia económica también se convertía en
dependencia política.
Así, el zarismo se estaba convirtiendo en enemigo del pueblo, no sólo
como cabeza dirigente del sistema de servidumbre agrícola y con su
consecuente atraso general, sino también como el instrumento de
esclavitud extranjera, agente de capitales extranjeros, con el fin de
sacar del pueblo agotado los millones necesarios para el pago de los
intereses del préstamo. La autocracia, como indica el camarada Stalin,
dejaba el camino libre para el capital extranjero, que tenía en sus
manos las industrias básicas de la economía rusa, tales como el
combustible y la metalurgia. Y es por eso que un verdadero patriota debe
odiar la autocracia zarista.
En el verano de 1915, el ejército ruso sufrió una serie de derrotas.
El desastre en el frente se complementaba con el desorden en la
retaguardia. Rusia caminaba directamente hacia el abismo.
La Revolución de Febrero no cambió casi nada el sistema social de Rusia
En febrero de 1917, el zarismo fue derrotado. Triunfó la revolución
democrático-burguesa; sin embargo, después de esto, el poder estatal en
Rusia cayó, como se sabe, en manos de los representantes de la burguesía
y de los terratenientes aburguesados. La revolución de febrero no
cambió casi nada el sistema social de Rusia. El estado de servidumbre no
fue destruido. La burguesía, tras llegar al poder, conservó plenamente
la esencia de la política interior y exterior del zarismo.
Estando destruidas las bases del antiguo ejército, la revolución de
febrero no creó un nuevo ejército. El gobierno provisional burgués no
pudo evitar el peligro amenazador que se aproximaba: la pérdida de
soberanía rusa. El país siguió por los mismos caminos que
inevitablemente debían conducir a la pérdida de la soberanía.
Estando en el poder el cadete Miliukov o el “socialista” Kerenski, su
política llevaba siempre impreso un carácter antinacional. Tales
políticos llevaban al país a la catástrofe. Cadetes, mencheviques,
cubriéndose con una fuerte fraseología “patriótica”, cerraban al país la
única salida a la inevitable catástrofe. Entragaban a Rusia al robo de
los accionistas extranjeros, banqueros y productores. Sacrificando,
“para satisfacer a sus jefes”, al ejército debilitado,deshecho y sin
preparación, ellos mismos contribuían a su derrota.
El gobierno provisional burgués arrastraba a Rusia a la esclavitud
extranjera. Siguiendo la política nacionalista del zarismo, este
gobierno aumentaba el desmoronamiento del imperio multinacional.
El papel del Partido Bolchevique
Pero, ¿quién podría enseñarle al país, que estaba en la
incertidumbre, su camino histórico? ¿Quién podría unir en esta situación
a los pueblos del antiguo imperio zarista?
En Rusia solamente existía un partido político capaz de levantar a
las masas y llevarlas a la ofensiva contra el capitalismo. Mientras que
algunos demócratas en Occidente se sorprendían de que el pueblo
soviético reconociese un solo partido -el Partido Bolchevique- podemos
decirles que, en el mejor de los casos, ellos no conocían la historia de
la revolución, la historia del país.
En 1917, todas las partes salieron de la ilegalidad y actuaron
libremente en el pueblo. El Partido Bolchevique tenía hombres duros en
la lucha, cuadros revolucionarios profesionales, obreros avanzados; pero
el total de los bolcheviques al comenzar la revolución no era más que
45.000, y sus enemigos estimaban que eran menos. Brillantes maestros y
abogados en el Partido Cadete, grande y sólida prensa burguesa;
políticos parlamentarios en la Duma, todo eso… debía, sin duda, asegurar
el éxito del enemigo. Además, los partidos de la pequeña burguesía -los
mencheviques- marchaban ciegamente detrás de los cadetes. Después de la
derrota del zarismo, aconsejaban a los agricultores esperar por la
tierra hasta la Asamblea Constituyente y luego hasta que la guerra
hubiese terminado.
Bresenko, Breschkovskaya, Spiridonovo, Avkientiev, Chernov y otros
dirigentes pequeño-burgueses, cada uno a su manera, engañaban al pueblo
con frases de libertad y democracia. Los mencheviques del linaje de
Plejánov y Mártov, Tzeretely y Seobielev, atacaban como bestias a los
leninistas y exigían al gobierno castigos crueles para ellos. En julio
de 1917, estos partidos organizaron la masacre de la manifestación
revolucionaria en Petrogrado y entregaron el poder a la camarilla
contrarrevolucionaria de Kornílov y Kerenski.
Después de julio, los bolcheviques emergieron en la “libre” y
“democrática” Rusia como el único partido obligado a actuar
semilegalmente y a ocultar sus líderes de los asesinos del gobierno. Los
oradores mencheviques seguían debatiendo y les parecía que todo había
terminado para los bolcheviques.
Sin embargo, el pueblo tenía fe en el partido, que dirigió a los
obreros y soldados en febrero en el asalto a la autocracia y que en
junio y julio dirigió a las masas revolucionarias que habían salido a la
calle en Petrogrado. El “Pravda” bolchevique continuaba
saliendo bajo diversos nombres. Las palabras de Lenin y Stalin, las
verdaderas palabras de los bolcheviques, seguían -como antes- resonando
en el país, llamando a la lucha. Los bolcheviques mostraban al pueblo la
salida revolucionaria de la guerra, el único camino correcto para
resolver el problema agrario, el camino de la salvación de la gran
hambruna, de la catástrofe económica y de la esclavitud extranjera. Para
tomar este camino es necesario, sobre todo, establecer el poder
soviético.
Cuando el satélite de los imperialistas extranjeros y la burguesía
rusa, el general zarista Kornilov, unió a los sectores
contrarrevolucionarios de los enemigos más recalcitrantes del pueblo y
los lanzó sobre Petrogrado, ¡el plan de todas las organizaciones y
partidos anti-soviéticos estaba claro! A través de Kornilov, la
burguesía rusa pensó abrir el frente a los alemanes y recibir el
capital, aniquilando los soviets y las organizaciones revolucionarias,
exterminar físicamente a los bolcheviques e implantar la dictadura
militar. En los días del levantamiento de Kornilov, todas los partidos
definieron muy claramente su posición en la lucha social, sus relaciones
ante la mayoría del pueblo -obreros, campesinos y soldados-. El cadete
Miliukov, Saviakov y el menchevique Voitinsky, todos tomaron parte
activa en la organización de la revuelta de Kornilov. ¿A qué llevaría la
victoria de Kornilov? Al triunfo de la burguesía contrarrevolucionaria,
a la completa pérdida de la soberanía estatal, de la independencia
nacional, a la transformación de millones de hombres rusos en esclavos
coloniales, al terror más cruel y al aniquilamiento de las
organizaciones revolucionarias. Esto era lo que traía consigo Kornilov. Y
esto lo demostró la traidora entrega de Riga a los alemanes; esto lo
demostraron los fusilamientos de los soldados bolcheviques en el frente
de guerra y los préstamos usureros recibidos por los kornilovistas en el
extranjero.
Sólo un partido se opuso a Kornilov: el partido de Lenin y Stalin.
Los bolcheviques organizaron a las masas para la lucha armada contra
los ejércitos de Kornilov. Desarrollaron un enorme trabajo político,
explicando a los obreros y soldados que los mencheviques ayudaban a la
traición de Kornilov preparando la dictadura contrarrevolucionaria. El
abnegado trabajo de los bolcheviques aisló a las masas de los partidos
conciliadores. Perseguido por los sabuesos de Kerensky y los verdugos de
Kornilov, el Partido Bolchevique apareció en estos días memorables como
el salvador de Petrogrado, como el salvador de la revolución. Su
autoridad ante las masas era inmensa. Las indicaciones del partido
fueron cumplidas por los trabajadores y soldados sin dudar.
Bajo la dirección de los bolcheviques, el complot anti-popular de
Kornilov fue completamente liquidado. La lucha de las masas
revolucionarias contra Kornilov no pasó sin dejar marcas. Organizando
cientos de miles de hombres en la lucha frente a la contrarrevolución,
los bolcheviques dieron una nueva vida a los soviets de diputados
obreros y soldados y firmaron su influencia en el ejército y en el
campesinado.
El 31 de agosto, el Soviet de Petrogrado discutió la situación
actual. Se presentaron dos proposiciones: la bolchevique y la de los
“eserys”. Seguros de su influencia, los mencheviques y los “eserys”
propusieron acelerar el proceso de votación de la siguiente manera: los
que quieren votar por la resolución bolchevique deben ir a la habitación
de al lado; los que están a favor de la resolución menchevique deben
permanecer en sus asientos. Grande fue la extrañeza de los conciliadores
cuando los diputados, en una abrumadora mayoría, se levantaron de sus
asientos y comenzaron a dirigirse a la sala que habían indicado para los
partidarios de los bolcheviques, que era bastante pequeña. El mismo día
-el 31 de agosto-, el Soviet de Petrogrado aprobó la política del
partido bolchevique.
Comenzó la era del bolchevismo en todo el país.
Sin embargo, Kornilov inició la rearticulación de sus fuerzas para
atacar los soviets. Negociando con los Estados de la Entente sobre la
venta de Rusia, los contrarrevolucionarios no tenían vergüenza en pedir
ayuda a los imperialistas alemanes. A finales de diciembre, en pocos
diarios salió la declaración del menchevique Rodzianko sobre la
necesidad de entregar Petrogrado a los alemanes. El lobo más asqueroso
de la burguesía rusa argumentaba que, con la toma de Petrogrado, los
alemanes ajustarían las cuentas con los soviets y los bolcheviques. A
finales de septiembre de 1917 hubo un gran cambio en la historia
revolución rusa. Comenzaron los levantamientos campesinos en las aldeas.
Bajo la dirección de los bolcheviques se multiplicaron las fuerzas
armadas de los trabajadores. Los ejércitos de los frentes norte y oeste y
la flota del Báltico se cobijaron bajo la bandera de Lenin. El Comité
Central del Partido Comunista decidió movilizar todas las fuerzas para
la organización de la insurreción. En la histórica sesión del 10 de
octubre, el Comité Central distribuyó a todas las organizaciones locales
del partido las directivas sobre todos los problemas prácticos sobre la
base de los cuales la insurrección armada era inevitable y estaba
completamente madura.
En estos momentos el Partido aumentó en 6 o 7 veces su número.
250.000 bolcheviques encabezaron el ataque de las masas contra la
fortaleza capitalista.
Todo el país se cubrió con una red de organizaciones revolucionarias
de masas dirigidas por los bolcheviques. Fábricas, centrales eléctricas y
comités de soldados, organizaciones juveniles y femeninas, compañías de
guardias rojos, milicias de trabajadores, los sectores más
revolucionarios de los cosacos y de los marineros, millones de hombres
unidos por estas organizaciones por la voluntad de los bolcheviques se
unieron al gran ejército de la revolución soviética.
Los demás partidos continuaban trabajando; sin embargo habían perdido
para siempre su lugar y eran incapaces de canalizar el curso de los
acontecimientos a su favor.
Ya en vísperas de la Revolución de Octubre, los partidos de la
burguesía y de la pequeña burguesía rusa perdieron la confianza del
pueblo. Fueron denunciados por los bolcheviques como partidos enemigos
del pueblo y los antinacionales. Así, creciendo cada vez más, siguió
desde febrero hasta octubre el constante proceso de debilitamiento,
desmembramiento y derrota de los partidos anti-bolcheviques, proceso que
se debe a las brillantes tácticas de aislamiento leninista-stalinista
de estos partidos de las masas populares.
Al mismo tiempo, se lograba el proceso de enorme crecimiento y
consolidación del Partido Bolchevique. Los bolcheviques, en octubre de
1917, se hicieron con posiciones clave que decidieron la situación.
Petrogrado y Moscú, los frentes noroccidentales y occidentales, la Flota
del Báltico, los Urales y la cuenca del Don, las zonas productoras del
centro y del sur, todas ellas esperaban la señal del Estado Mayor
bolchevique para levantar la bandera de la Revolución.
El centro del Partido, con Lenin y Stalin a la cabeza, definió el
papel y el lugar de cada destacamento revolucionario, la tarea de cada
zona, de cada organización bolchevique. En las áreas de gran
importancia, el Comité Central de los bolcheviques tenía sus
representantes que dirigían la preparación de la insurrección armada,
Yaroslavsky y Schkiriakov en Moscú, Kuybychev y Schvernik en las
regiones del Volga, Frunze en la región central de la producción, Kirov
en el Cáucaso del Norte, Zhdanov en los Urales, Voroshilov en Ucrania,
Schauturiam en Zakavkazie, Miasnikov y Kaganóvich en Bielorrusia, todos
estos representantes destacados del partido bolchevique llevaban a cabo
el plan leninista-stalinista de la insurrección armada.
Cuando el 24 de octubre se inició en Petrogrado el levantamiento y el
gobierno provisional fue derrocado, todo el país se levantó en ayuda de
los guardias rojos de Petrogrado. La segunda convención de los soviets,
inagurada en los días de la victoriosa insurreción, formó el gobierno
soviético bolchevique con Lenin y Stalin al frente. Desde este momento,
el pueblo colocó en el poder del Estado ruso solo a un partido: el
Partido Bolchevique.
La experiencia histórica ha demostrado al pueblo que debía tener
confianza sólo en el partido que aseguró la victoria de la Gran
Revolución de Octubre, que salvó al país de la vergüenza de la
esclavitud colonial y de la dominación de los terratenientes, y que sólo
en él se podía tener fe para construir el nuevo estado soviético: el
socialismo.
La Revolución de Octubre terminó con la situación semicolonial del país
La Revolución Soviética declaró la guerra hasta la muerte al
nacionalismo burgués, al separatismo, e inició una nueva era en la
historia de Rusia, era de la unión de la Rusia soviética, la creación de
la poderosa e independiente Unión Soviética de los pueblos.
El partido bolchevique fue el único partido que emergió con un
programa que aseguraba a los pueblos de Rusia la posibilidad de la
existencia de un estado independiente, autónomo y unido ante la amenaza
del enemigo extranjero.
De un solo golpe, la Revolución Socialista de Octubre acabó con la
situación semicolonial del país y creó condiciones para el gran
desarrollo y crecimiento de la independiente y gran Rusia soviética: la
expropiación de los terratenientes y capitalistas, la abolición de la
propiedad privada de la tierra, de las fábricas y plantas y su
transferencia a la propiedad común de todo el pueblo, la nacionalización
de los bancos y el establecimiento del monopolio del comercio exterior.
Todos estos logros de la revolución socialista eran una base sólida
para la creación de la independencia técnico-económica del estado
soviético.
La revolución liquidó todos los préstamos costosos. De esta forma se rompieron las cadenas que arrastraban a Rusia al pasado.
Creado en el fuego de la Revolución de Octubre, el Estado soviético
aseguró a sus pueblos libertad e independencia. Esta independencia tuvo
que defenderla en crueles batallas con los enemigos de la Unión
Soviética durante los años de la guerra civil y, más adelante, en la
lucha por la inflexible realización de la política de industrialización
socialista y colectivización de la agricultura campesina en los años de
la construcción pacífica.
La revolución abrió ante los pueblos de Rusia amplias posibilidades
para el libre desarrollo socialista y para la liquidación del secular
atraso del país. Pero el carácter socialista de la Revolución de Octubre
obligaba a los agresores extranjeros a emplear todas sus fuerzas para
lanzar a Rusia por el abismo.
El Partido Bolchevique defendió la libertad y la independencia de Rusia en su lucha contra el imperialismo alemán en 1918.
Después de la derrota de los imperialistas alemanes, los círculos
reaccionarios de la Entente trabajaron repetidamente para aplastar por
las armas a la Unión Soviética y esclavizar a los pueblos de Rusia. En
esta nefasta empresa, los enemigos externos trabajaban en conjunto con
los rusos blancos, trotskistas y bujarinistas. Donde aparecían los
ejércitos de Kolchak, Denikin y Wrangel, se establecía el régimen de la
esclavitud, de la violación y el orden colonial.
El pueblo soviético derrotó a los enemigos extranjeros e internos
En 1919, cuando la Unión Soviética se veía amenazada por un peligro
mortal, el camarada Stalin, con su habitual penetración, descubrió el
carácter de la guerra patriótica del pueblo soviético en los años de
1918 a 1920, primera guerra por la defensa de las conquistas de la
Revolución de Octubre.
“Denikin y Kolchak no constituían solamente el yugo de los
terratenientes y capitalistas, sino también el yugo de los sacos de oro
anglo-franceses… En este sentido, el gobierno soviético es el único
popular y nacional, en el mejor sentido de la palabra, porque lleva
consigo no sólo la liberación de los trabajadores del capital, sino
también la liberación de toda Rusia del yugo del imperialismo mundial,
la transformación de Rusia de colonia en un país independiente y libre“.
El pueblo soviético, guiado por el Partido Bolchevique, derrotó a los
ejércitos de los invasores extranjeros y contrarrevolucionarios del
interior, liquidó sus intentos de arrebatar las conquistas de octubre.
En la lucha contra la intervención extranjera y de los guardias
blancos, el gobierno soviético obtuvo una victoria histórica. El pueblo
soviético defendía la libertad y la independencia de su patria en la
guerra civil. El apoyo sólido e inquebrantable de nuestra independencia y
libertad fue el Ejército Rojo, nacido y templado en la lucha contra la
intervención extranjera y los guardias blancos.
El año 1917 llevó a Rusia por el camino del desarrollo socialista.
Hace un cuarto de siglo, en la sesión del soviet de Berlín -7 noviembre
1920- el camarada Stalin dijo:
“Rusia, después de su paso por el agua y el fuego, ha forjado el
grandioso estado socialista del mundo. Cambiando las conocidas palabras
de Lutero, podría decir:” Aquí estoy, en el límite entre el viejo mundo
capitalista y el nuevo mundo socialista. En este límite he unido los
esfuerzos del proletariado occidental con el campesinado oriental para
derrotar al viejo mundo. Que el Dios de la historia me ayude“.
En este cuarto de siglo, la Unión Soviética ha recorrido un camino
glorioso de construcción de la sociedad socialista. Siguiendo por esta
nueva ruta, el país soviético se ha convertido en un poderoso Estado
industrial y koljosiano, que tiene todo lo necesario para defender su
independencia. En la gran guerra patria de 1941-1945, el pueblo
soviético, en lucha contra un poderoso enemigo armado hasta los dientes,
defendió su estado socialista, y una vez más, demostró su
invencibilidad.
Ha llegado el momento con el que soñaban los mejores hombres de
Rusia. Toda la humanidad progresista contempla la Unión Soviética con
admiración, alegría y esperanza, y trata de seguir sus ejemplos de
democracia, humanidad y cultura.
Artículo de E. Gorodetzky
Traducido por “Cultura Proletaria” de la revista “Problemas”, nº4, noviembre de 1947.