Ni
la caída del Muro de Berlín ni la disolución de la URSS, dio fin a la Guerra Fría, sino que desencadenó
su segunda fase, la de la contradicción interimperialista. La Guerra fría, es una tendencia de alerta
permanente, preventiva en que se mueve la diplomacia norteamericana, cumpliendo
con el rol de gendarme del mundo con la pretensión de mantener y disputar su
hegemonía frente a la emergencia de otras potencias imperialistas.
La
Guerra Fría, no está configurado por un solo elemento, sino por un conjunto de
elementos que utiliza el imperialismo yanqui, como el sabotaje y desestabilización,
el genocidio o el asesinato en masa, como sucedió recientemente en Aleppo (Siria), el uso del terrorismo
mediático, el alarmismo, la propaganda y la contra-propaganda, el cohecho, la
mentira, la calumnia, el rumor, los “trascendidos” y todo tipo de recursos sin
limitación ética, en su objetivo de derrotar al “enemigo”, sea mediante la
guerra convencional dentro de ciertos límites, las guerras internas o localizadas, hasta las
luchas internacionales abiertas o regionales, las guerras encubiertas y las
represiones en contra de los movimientos de liberación nacional o guerras
populares que libran los pueblos del tercer mundo en contra de toda forma de
explotación y opresión.
La
Guerra Fría, es un enfrentamiento global que abarca desde lo político a lo
militar (como su expresión superior de la lucha de clases) y en lo cultural entre el bloque representado
por el Imperialismo, principalmente el imperialismo yanqui, cuyos intereses se
enfrentan antagónicamente con los intereses de los pueblos del tercer
mundo (llamados con eufemismo países en
vías de desarrollo) que defienden sus recursos naturales y la libre
autodeterminación de su destino y la opción de la vía del socialismo. Por eso,
la Guerra Fría, es la manifestación de la política de sobrevivencia del imperialismo
yanqui, que incluso para resolver su crisis y ante la emergencia de otras
potencias imperialistas puede desencadenar guerras localizadas, regionalizadas
y hasta una tercera guerra mundial para
un nuevo reparto del mundo, sin ningún
reparo por la sobrevivencia de la humanidad (por eso el imperialismo es enemigo
de la humanidad).
Ni
el Fin de la Historia pronosticado por Francis Fukuyama en 1992, ni ningún otro
acontecimiento, podrán menguar la tendencia natural del Imperialismo de
sobrevivir a cualquier costo, a fin de reproducir las condiciones de su
condición hegemónica, dominante, que no es otra cosa que la lucha de la clases
globalizada en contra de los intereses de las clases oprimidas y explotadas, y
en contra de los pueblos del tercer mundo, cuya lucha está lejos de sucumbir en
sus objetivos de alcanzar la sociedad socialista, en transición al comunismo
como la culminación de los esfuerzos de la humanidad hacia una sociedad sin clases.
Carlos
Marx en “El Capital”, Primer Tomo,
describe en forma descarnada los mecanismos que usó la burguesía en su proceso
de desarrollo, para formar el capital
originario, cuya preservación y reproducción, es de vida o muerte para el
capitalismo porque hacen a su esencia y su naturaleza. Históricamente el
imperialismo ha sido responsable de todas las intervenciones militares,
atentados, asesinatos, golpes de Estado, masacres y genocidios, y terrorismo
para preservar sus privilegios e intereses vitales en el mundo.
En
el proceso de reproducción del capital y la perpetuación de la apropiación de
la plus valía, el capitalismo fortaleció su capacidad militar como mecanismo de
disuasión y agresión a los pueblos, así como las técnicas más sofisticadas de
inteligencia y contrainteligencia. No ha habido en América Latina, Golpe de Estado
en que no haya estado la mano siniestra del Imperialismo yanqui. Jacobo Arbens
en 1954 (que nacionalizó la tierra y las ingentes extensiones de propiedad de la
United Fruit, que finalmente bajo la
dirección de la CIA promovió el Golpe de
Estado) Marmaduque Grove en Chile en
1932, la crisis de Panamá que estaba dirigida a desestabilizar al gobierno
popular de Omar Torrijos, finalmente asesinado por la CIA en 1981 con una bomba
instalada en su avión; el Golpe de
Estado en contra de Salvador Allende de 1973, la desestabilización económica en
contra del gobierno democrático de Hernán Siles en 1983-85, el asesinato de
Juan José Torres en Argentina en 1976 dentro del Plan Cóndor digitado por la CIA, el asesinato
de Ernesto Guevara en 1967 ordenado por la CIA, etc., fueron obra directa de la
intervención del imperialismo yanqui con la complicidad de las clases dominantes
de los países del tercer mundo. El pueblo palestino es víctima del imperialismo
y del sionismo internacional que asesinaron a su líder Yasser Arafat; el
derrocamiento de M. Gadafi y su asesinato; y etc.
El
imperialismo yanqui las más siniestras armas de destrucción y exterminio masivo,
algunas de ellas creadas por el delirium tremens de George B. Busch, etc. El
imperialismo ha financiado a la derecha en Siria, facilitando armas químicas
como el gas sarín que provocó en cosa de pocas horas miles de muertos. El
Imperialismo yanqui, financió y armó vía Israel, Líbano y Arabia Saudita, a las
milicias reaccionarias con respaldo mediático de sus sirvientes regionales y
del mundo para provocar masacres y luego atribuir a Bashar al Asad, como autor
de ellas como la de Aleppo, causada por el gas sarín a mediatos de 2013. El
2002, con el respaldo de la reacción venezolana y el respaldo de algunas fracciones
de las fuerzas armadas, promovió un Golpe de Estado, “respaldado masivamente”
por la prensa derechista y la televisión de igual tendencia. El interés vital
del imperialismo así como en Venezuela y otros pueblos del tercer mundo, es la
explotación de la materia prima necesarias para el desarrollo del Imperialismo
en su fase global.
El avance de los pueblos en dirección al logro de
sus aspiraciones de liberación, siempre ha encontrado a la vuelta de la esquina
la acción desestabilizadora del imperialismo yanqui, dispuesta a recurrir a
todos los medios para conseguir su objetivo de frenar los procesos de liberación,
y así consolidar su condición de potencia hegemónica mundial.
En la teoría de la “Guerra de baja intensidad”
desarrollada por la CIA en “Santa Fe I” y “Santa Fe II”, las acciones de
desestabilización no están dirigidas a provocar enfrentamientos frontales con
los gobiernos democráticos o de avanzada, sino a conseguir la manipulación de las
masas, a fin de provocar reacciones internas que por sí mismas, puedan provocar
el cambio de escenario político. Después de la caída del Muro de Berlín y la
estabilización de la zona del Caribe asfixiada por un cerco inhumano contra el que
las Naciones Unidas se manifestó “ene veces”, y la derrota de la vía de la lucha
o insurrección armada, se pensaba que América Latina había entrado en un período
de estabilidad y que la vía de la violencia político militar se había cerrado,
privilegiando el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Pero no
bien estaba secándose la tinta, cuando José Manuel Zelaya, Presidente
Constitucional de El Salvador, era derrocado por un “golpe Constitucional”,
absurdo político que solo expresaba la desfachatez del imperialismo yanqui,
para estrenar una nueva forma cuasi bonapartista de Golpe de Estado, utilizando
a las fuerzas armadas, como Poder
factual, para evitar la aprobación de nueva Constitución Política que le hubiera
permitido una reelección a fin de profundizar los cambios económicos
anunciados, sobre la base entre otros,
de la incorporación de Venezuela al ALBA y otras medidas de carácter
político. Después de que WikiLeaks
publicara
archivos de la CIA en relación a que Selaya hubiera trabajado en calidad de
doble agente para los EE.UU., el Imperialismo yanqui comenzó a complotar
abiertamente en su contra, poniendo en marcha una nueva forma de Golpe de
Estado, el llamado “Golpe de Estado Institucional” con ayuda del Parlamento de
mayoría derechista. La nueva experiencia golpista, se iría a repetir con igual
éxito en Paraguay en 2012, luego de un espectacular “juicio constitucional” que
declaró inhábil al sacerdote devenido en político Fernando Lugo, que en cumplimiento del mandato de su fe había
iniciado acciones para promover a las masas marginadas de la política y la
economía de ese peculiar Estado.
El Golpe de Estado tradicional, si bien puede no
estar descartado por la estrategia imperialista, ni la intervención armada
directa, no han dado los resultados esperados para el Imperio: una muestra de
ello es la intervención en Afganistán: exitosa desde el punto de vista estrictamente
militar, un fracaso desde el punto de vista político. El pueblo afgano resiste
por mas de 13 años de guerra, en una lucha
desigual en contra de las tropas invasoras, a las que con sus medios
artesanales le ha provocado 4.110 bajas, de los cuales 2.303 soldados
norteamericanos y 12 agentes de la CIA. Irak
es otro ejemplo de tal situación, después de la caía de Hussein, la lucha
anticolonial devino en lucha interna étnico cultural religiosa: Chiitas y
suniitas se disputan la hegemonía, aunque los sunitas, sufren las consecuencias
de los norteamericanos que no terminan de irse. Luego del asesinato de Hussein,
tampoco se puede hablar de un triunfo total, tras la muerte y la desolación
dejada por los “valientes” soldados norteamericanos, bien alimentados y mejor
equipados. Las clases dominantes iraquíes, no pueden disfrutar de la paz
impuesta por el Imperialismo yanqui, por eso es que en sus oscuros laboratorios ha desarrollado
una forma menos costosa en efectos colaterales, pero igualmente “eficiente”:
los “Golpes Institucionales” con el respaldo de la derecha incrustada en el
parlamento de los países involucrados y por la “vía democrática” (sucesiones
constitucionales, asambleas constituyentes etc.).
Hugo Chávez, tuvo el “desacierto” de iniciar el
proceso llamado “Socialismo del Siglo XXI” que implicó graves limitaciones a
una de las fracciones de la burguesía que tiene poder en el sector
importador-exportador, la prensa, la radio y la televisión venezolana.
Nosotros, siempre hemos pensado que la Revolución no será obra de un caudillo
al margen de un Partido de vanguardia clasista y revolucionario, al margen de
la lucha del movimiento popular, al margen de obreros y campesinos, al margen de una nueva democracia. No creemos en
los líderes mesiánicos ni en caudillismos populistas, ni que la revolución se
hará por decreto ni que será impuesta desde arriba mediante una nueva
Constitucion. La Revolución se hará con las masas en el campo y en las ciudades
con el pueblo, dirigidos por su Partido organizado y constituido sobre la base
de los grandes maestros de la revolución mundial y de pensadores
revolucionarios.
Por principio no creemos en recetas ni calcos
como decía José Carlos Mariategui. Cada país tendrá la revolución de acuerdo a
su propia realidad, el grado de la maduración de sus masas y la correlación de
fuerzas y en lo fundamental bajo la organización y guía de su destacamento de
conciencia organizada de los trabajadores y del pueblo: El Partido Comunista.
Es posible que tengamos que transitar el camino de la lucha democrática y en
este trayecto prepararnos para adquirir la idoneidad de ser el futuro Estado.
Hemos criticado el llamado “Socialismo del Siglo XXI” por ser esencialmente
anticomunista, porque los taumaturgos
que lo parieron sobre el cadáver del “socialismo real” de la URSS, propusieron
cualquier cosa, como teoría de la “derrota” del socialismo, que como esta
demostrado en la práctica es difícil derrotar la lucha de clases como esencia
del desarrollo de la sociedad humana, difícil de derrotar al marxismo leninismo
(ciencia de la revolución) con especulaciones teóricas de la pequeñaburguesía
que devinieron en posmodernismo y demás subjetividades proimperialistas. El
cristianismo no murió con el asesinato de Cristo por los judíos, todo lo
contrario. Los “neo marxistas” como Pierre
Bourdieu y otros, asumiendo poses de
inefables augures predecían que el marxismo había sido superado y que como
consecuencia era hora de nuevos Mesías
para enseñarles a las masas lo que la lucha histórica de clases les habían
enseñado en largas y sangrientas jornadas, y que era hora de un nuevo tipo de
socialismo, sin lucha de clases y sin dictadura del proletariado y más, aun,
sin proletariado ni campesinado en el Poder: la clase media y los nuevos
actores sociales, como los movimientos sociales podía representarlas
cómodamente, aunque se tenga rasgos facistoídes como en Bolivia.
La muerte de Hugo Chávez, cerró un dramático
período inconcluso de la historia que solo el tiempo dirá quien lo mató en
momentos que se profundizaba el proceso en una batalla desproporcionalmente
desigual, que cientos de venezolanos creyeron en su discurso, rebosantes de
efervescente patriotismo con el puño alzado y con los pechos desnudos. Mientras
al otro lado, detrás de los ventanales de las lujosas residencias, los militares
golpistas, y los ricos venezolanos quienes jamás aceptaban la idea de socialización
de la riqueza, exacerbaban a las masas en las calles haciendo batahola con sus
relucientes cacerolas y sus francotiradores. La manipulación de las redes
sociales, cuya virulencia ha había sido probada en Egipto y Siria y en general
en las llamada “Primavera Árabe”,
rindieron fruto en forma inmediata.
En Bolivia, los sirvientes de las clases
dominantes, aúllan como lobos hambrientos
y se desgarran las vestiduras lanzando envenenadas consignas contra del
régimen de Maduro, utilizando las famosas “redes sociales” con el objeto de
incentivar las condiciones para un nuevo pronunciamiento “constitucional”, sino
un Golpe de Estado que eche por la borda
una experiencia “revolucionaria” propia de los venezolanos, sobre cuya valoración,
el pueblo venezolano estará condenado a pronunciarse en algún momento de la historia,
como nosotros nos pronunciamos los días de la “Asamblea del Pueblo, demasiado tarde,
si es que no avanzan mediante la lucha
de masas mas allá de los límites del populismo reformista, creando poder
popular y nueva democracia como forma de
infligir la derrota más contundente al fascismo que se asoma, organizado y
financiado por el imperialismo yanqui.
Lo grave de la situación, es que montados sobre
la ola de la crisis de alimentos y suministros y la caída del valor adquisitivo
de los salarios y la incapacidad del gobierno populista para contrarrestarlos, incluso algunos trabajadores y jóvenes se han
dejado hipnotizar, así como algunas organizaciones de izquierda, sino detrás de
las consignas de la derecha. La derecha ha jugado muy bien su ficha económica
como su mejor arma, mejor tal vez que el propio Golpe de Estado
tradicional. Maduro no ha sabido
administrar los recursos provenientes de la exportación del petróleo y ha
permitido que el sabotaje y el ocultamiento propiciado por la reaccion,
desencadenen la crisis permitiendo el accionar del fascismo. Nosotros estamos
convencidos por la experiencia histórica de la lucha de otros pueblos y a la
luz de los cinco maestros de la revolución mundial, que el Socialismo no puede
ser igual o peor que el capitalismo, donde las masas sean oprimidas y
explotadas hasta someterles al rigor del hambre y la represión. El socialismo es
y debe ser cualitativamente superior a la podredumbre del capitalismo.
Es hora de las grandes definiciones, la izquierda
revolucionaria marxista leninista y el PCV (si es que es capaz de asumir con
audacia el reto histórico de organizar y comandar a las masas) debe actuar
ofensivamente con iniciativa política y evitar quedar detrás de los
acontecimientos. La dirección de las masas con una orientación sabia, asumiendo
acciones radicales puede desbrozar una
coyuntura que puede no solamente radicalizar el carácter de la lucha de las
masas, sino avanzar en la dirección de una revolución socialista.
Maduro que no es Hugo Chávez, ni siquiera su sombra,
sobre todo porque no es militar y no tiene el contacto caudillista que tenía
Chávez sobre las Fuerzas Armadas venezolanas, perderá más aun su liderato y su iniciativa
sobre el manejo de la crisis, por eso es hora de que las masas sean organizadas
y dirigidas por las organizaciones marxistas leninistas venezolanas para romper
el cerco populista y avanzar radicalmente hacia la materialización del “PODER
POPULAR”, como una forma ademas de derrotar la conspiracion fascista, sentando las bases para proyectar una salida revolucionaria y de verdadera transicion al socialismo.
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